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■ La sección Sin tapujos
■ Martinista indignado
■ De Manuel y de Manolo
Leonardo Páez
Periódico La Jornada
Domingo 01 de septiembre de 2013, p. 10
Sin tapujos es el nombre de una breve reflexión en voz alta sobre algún tema, a cargo de El Bardo de la Taurina y de este quita comas, que semanalmente aparece en diversos portales taurinos nacionales y extranjeros como El Albero (España), A los Toros (Venezuela), Del Toro al Infinito (Colombia), Charlas del Tupinamba, Toro es Toro, Suerte Matador, De Sol y Sombra, Ciudad Taurina, Toriles, En los medios, Portal Todo de Toros, Unidos por la fiesta, y www.pitlane.mx, entre otros, a los que se agradece su apertura y pluralidad periodística.
La amistad suele ser pretexto para aguantar, a pie firme y sin armarla de tos, las embestidas más descompuestas. El fotógrafo Donaciano R. Botello, autor del libro Manolo Martínez genio y figura, original obra gráfico-literaria con unas 100 imágenes en blanco y negro del maestro regiomontano y textos de Raymundo Ramos, Rafael Cardona, Jorge F. Hernández, Víctor José López El Vito, de Venezuela, y Juan Antonio de Labra, me lanzó el siguiente derrote disfrazado de llamada de atención: “Señor Páez, tú de Manolo nada, pero cuando llega el aniversario de Manolete a derramar harta tinta. Y luego el tal Páez nos llama mexhincados. ¡A defender lo nuestro, aunque aparentemente valga madre!”.
Ante el gañafonazo del furibundo martinista hube de responder: “Artista, con respecto a mis olvidos tienes razón pero no mucha, ya que Manolo, como el Cid Campeador, sigue mandando post mortem a través de funestos escuderos empeñados en cargarse a nuestra tradición taurina como si fuera de su propiedad. La historia, esa maestra impotente, nos recuerda que la tauromaquia es encuentro de sensibilidades, no escenario de megalómanos, y que cuando a los públicos se les brindan opciones atractivas surgen las preferencias y los partidarismos, filias y fobias intensas para estimular o reprobar celos y sellos diversos, expresiones diferentes y confrontaciones auténticas delante del toro, no de su aproximación”.
En el Sin tapujos más reciente, titulado De Manuel y de Manolo, apuntaba: Un 28 de agosto nació Manuel a la inmortalidad y, transcurridos 49 años, un 16 del mismo mes comenzó la leyenda, más por ausencia que por esencia, de Manolo, cuyo legado antes que tauromáquico resultó antiadministra-tivo, luego de introducir en el negocio a amistades cuya limitación empresarial ha despeñado la tradición taurina de México por la pendiente de la mediocridad, la corrupción y el voluntarismo. Enemigos de la planeación y del rigor de resultados, estos antojadizos operadores se convirtieron hace tiempo en enemigos de la fiesta.
Casi ocioso resulta comparar a Rodríguez y a Martínez, pues la obsesión de mangonear –entrometerse con mando– que padeció el regiomontano, más que en el ánimo del cordobés fue propia de Camará, su voraz apoderado. Y junto a esa voracidad su eficiente apoderamiento, salvo la siempre sospechosa tragedia de Linares –¿el pitón de Islero o el mal estado de un plasma administrado sobre aviso? En penoso contraste, la desigual y excesiva administración del mexicano, que teniendo todo para haber sido un figurón internacional del toreo, prefirió convertirse en cacique de la fiesta de los toros en México.
El saldo de ese cacicazgo, que permeó todos los sectores, fue el falso auge de una fiesta degradada y repartida como botín entre algunos empresarios, ga- naderos, toreros, críticos y autoridades sin autoridad, pues mientras los públicos aclamaban el frívolo desempeño de unos diestros taquilleros, el toro de lidia se vio reducido a su mínima expresión, tanto en edad y trapío como en bravura, con la complacencia de todos.
Algo que quizá vale la pena cotejar en Manuel y Manolo es que ambos toreros fueron, además de su acendrada vocación, personalidad, celo y fuerza de carácter, reflejo de los tiempos políticos que les tocó vivir. El de Córdoba, una dictadura fascista que al principio lo supo aprovechar como importante distractivo y a la postre prescindió de él; el de Monterrey, primero un régimen autoritario y represor –2 de octubre– y luego sucesivos gurús sexenales de menguada ideología, del color que sea, a los que les ha venido muy bien desentenderse del toro en su vergonzosa postración ante el poderoso vecino del norte, promotor desde siempre del pensamiento único y dictador extraviado de lo que pretende sea política y culturalmente correcto.
Mi gloria es humo, ¿no ves que brillando me consumo?, escribió el poeta y dramaturgo mexicano José Rosas Moreno en el siglo XIX. Y ambos Manueles, de tanto brillar tenían que consumirse, si bien a uno le bastaron ocho años de alternativa y sólo dos temporadas en México, mientras el otro ejerció en su país un mangoneo implacable a lo largo de casi dos décadas… más ya otros 17 años post mortem.
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