22 febrero 2010

Pablo Hermoso se une a su caballo para convertirse en un sólo ser

Centauros y Otros Seres‏
  • Luna Turquesa
Quizá toda leyenda mitológica parta de una visión real, en la que uno es capaz de ver seres, aparentemente imposibles.
En la decimoséptima corrida de la temporada en la Plaza de Toros México, vi jugarse la vida a un Centauro. No se si fue real, o me rebasó la emoción, pero vi a un ser, mitad hombre, mitad caballo, vi a un ser que lleva años siendo leyenda, y seguirá siendo leyenda, lo que dure la historia del toreo.
Antes de Pablo Hermoso, el arte del rejoneo era un espectáculo de relleno, donde el rejoneador toreaba un solo toro, y a la gente no le interesaba mayormente si llegaba a tiempo para verlo.
A partir de la incursión de Pablo en este arte, todo cambió. Pablo Hermoso marcó parámetros que nadie ha podido, ya no digamos superar, sino por lo menos igualar.
Hablar de este rejoneador navarro es marcar el antes y el después del rejoneo mundial. El rebasa por mucho lo que hasta el momento de su aparición se había hecho, logrando que su espectáculo sea, no sólo atractivo para aficionados a la fiesta brava, sino un espectáculo capaz de agradar a todo tipo de público por su técnica, estética y emoción.
Pablo Hermoso se une a su caballo para convertirse en un sólo ser, ese mitológico Centauro, donde una parte piensa, otra manda, otra ejecuta... y no sabremos nunca donde acaba el hombre y empieza la bestia.
La comunicación entre los dos es automática, la sensibilidad de ambos se mezcla logrando una obra en movimiento, que dura segundos, pero que conmueve a todo aquel que tiene la suerte de presenciarla. Son dos seres en perfecta comunión, que deciden invitar a danzar a un tercero, que colabora para crear sinergia con esos dos extraños seres, ¿o es sólo uno?…
Lo cierto es que resulta increíble la manera en que se puede llevar tan toreado un toro, templándolo a la distancia exacta, poniendo de carnada un cuerpo, y ese cuerpo, en un diálogo franco con su amo, encarando al toro, pero no con soberbia ni arrogancia, sino con complicidad, sin perder ni un segundo la estética y elegancia. No se van de más, ni se dejan alcanzar, todo es preciso, es increíble como se puede utilizar el cuerpo del caballo como muleta, dando los pases más templados y los trincherazos más profundos que hemos visto.
Me ha tocado la fortuna de ver a Pablo Hermoso de Mendoza en muchas tardes, y siempre me sorprende, me emociona y me conmueve, junto con sus increíbles caballos, más toreros que muchos, que hasta figura se dicen.

Tambien publicado por Luna Turquesa en obispo y azabache



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