02 julio 2010

De Toros y Toreros desde Aguascalientes

LEOPOLDO RAMOS, “EL AHIJADO DEL MATADERO”.
  • por Pedro Julio Jimenez Villaseñor


DESDE LUEGO que a las nuevas generaciones poco les dice el nombre de Leopoldo Ramos, al mismo que anunciaban con el sobrenombre de “El Ahijado del Matadero”, obviamente que el alias proviene por la razón de que lo protegían en uno de esos viejos rastros de la ciudad de México, su lugar nativo, el Distrito Federal. Bien y bastante le traté afortunadamente. Alto, moreno, de ronca voz, siempre con el pecho por delante, de lejos y de cerca se notaba era un torero, torero con percha, con personalidad, dueño de ese raro don de caer bien desde antes de tratarlo, valiente a carta cabal y amigo noble y leal como pocos.

A DON Leopoldo le tocó quedar en medio de los años que por finales de la década de los treintas del siglo pasado, no existía convenio taurino entre México y España y, junto a un puñado de toreros aztecas, hubo de refugiarse en Portugal para poder buscar contratos, ejercer su profesión y ganar el diario sustento, los compañeros que le acompañaban en ese político-taurino exilio eran, Gregorio García, Luís Castro, “El Soldado”, Fermín Rivera y meses posteriores se les unió Carlos Arruza, de quien me decía llegaba, más que todo, para olvidar problemas personales suscitados en la capital mexicana, sin embargo fue quien tuvo la suerte de participar en la primer corrida en Madrid una vez arreglado el mencionado convenio taurino, precisamente la tarde que al segundo par de banderillas de nuestro paisano, el publico se unió solicitando las orejas “para el mexicano”.

TODOS LOS viejos conocemos en que Portugal el máximo ídolo de la afición lusitana era el primero de los mencionados, simple y sencillamente era el rey de los toreros. Había cigarrillos, corbatas, vinos, lociones, camisas y varios artículos más que usaban a Gregorio García como muestra de calidad en sus productos... y de admiración al torero potosino de los habitantes de ese culto pueblo.

DON LEOPOLDO no quedaba a la zaga, era popular y requerido por las empresas, se le contrató en las mejores plazas y ferias y en el momento oportuno sumo importantes tardes por la geografía del Oso y de Madroño, España. El tiempo pasa rápidamente y el 11 de diciembre de 1946 la recién inaugurada plaza México lo acoge para que se le confirme la alternativa al lado de dos monstruos de la tauromaquia de todos los tiempos, don Lorenzo Garza Arrambide y Manuel Rodríguez Sánchez, “Manolete”, precisamente la tarde en que el pintor valenciano Carlos Ruano Llopis inmortalizó al cordobés instrumentado un natural, donde se nota la toledana en el piso, en la arena, óleo famoso y con historia ya que se cuenta que Garza había dicho que el español instrumentaba ese muletazo ayudándose con la punta de la espada, la replica callada del ibérico fue tirarla y así dar varias tandas con la izquierda ante el asombro de los parroquianos que ni enterados estaban del porqué de las cosas. Al “Ahijado” se vio requete bien, pero al lado de esos toreros ellos acapararon la atención de la concurrencia.

CUANDO DON Leopoldo decidió olvidarse de la profesión ante la escasez de buenos contratos, surgió el ofrecimiento de su mejor amigo, don Carlos Arruza, para que ingresara a las filas de los subalternos y pertenecer de planta en su cuadrilla, ofrecimiento denegado con toda amabilidad y cortesía, argumentando era matado de toros  y matador de toros moriría.

UN HIJO, del mismo nombre, “El Pollo”, ingeniero agrónomo egresado de la escuela Hermanos Escobar de Ciudad Juárez, heredero de las bondades morales de su señor padre, le recomendó se fuese a vivir a Pastor Ortiz, Michoacán, entre Abasolo y Penjamo, zona muy agrícola, y ahí instalara un negocio de insecticidas ya que su primogénito residía en el cercano Irapuato siendo representante de varias firmas de esos productos agroquímicos. Aceptó y se sitúo en el centro del poblado.

FUE PRECISAMENTE en ese lugar donde mas lo trate, donde pasábamos horas enteras platicando de toros, un verdadero intercambio, él me contaba lo de antaño y su servidor lo de actualidad puesto que a la pequeña población no llegaban periódicos, siempre ante la presencia de su joven esposa, la señora María Elena, excelente cocinera que jamás nos desamparaba con botanas, con exóticos platillos regionales y que por lo general eran productos de una cercana laguna. Todo desde luego que acompañado con brindis de una especie de bebida entre tequila y mezcal, unas botellas que en su interior tienen un trozo de caña de azúcar y del cual no recuerdo su nombre. Él sentado esperando y atendiendo la clientela, la misma a la que le recomendaba el mosquicida que yo vendía en toda esa zona tan cercana a La Piedad, Michoacán, que me quedaba a un paso.

POCO A poco notaba su salud minaba, su corpulencia iba en decaimiento y una tarde me lo confesó, le habían detectado cáncer en la próstata. Fuerte de carácter, con sentido del humor y aceptando la enfermedad, jamás volvimos a tocar el tema, al contrario, las platicas se hacían mas largas, al grado de que cambie mi cuartel de partida laboral del hotel de La Piedad a uno frente a su negocio en la población de su hábitat. Pocas semanas hubieron de pasar para que la maligna enfermedad lo consumiera y la noche que entrego su alma al Creador fue trasladado a conocida funeraria de la ciudad de Irapuato por su queridísimo “Pollo”.

ERA DE madrugada, se le colocó a don Leopoldo en el ataúd, la señora María Elena no hablaba para nada, si acaso se le preguntaba algo solo afirmaba o negaba con leve movimiento de su cabeza, se le veía deshecha, se sentó en la elegante sala en solitario, el ingeniero y esposa terminados los tramites se retiraron a casa, la noche había sido larga y pesada, un buen baño de agua templada lo deseaban para retornar al recinto donde se velaría al torero, algo de alimento le llevarían a la desconsolada joven mujer, su segunda por cierto, pero quien verdaderamente manda es el destino y al llegar “El Pollo” a su residencia, fue recibido con una nueva desagradable noticia, su velador le avisaba regresara de inmediato de donde llegaba, a escasos 10 minutos de la funeraria, la señora no había soportado la muerte de su esposo, al verse sola y sin testigos que lo evitaran, decidió acompañar en su ultimo viaje a “El Ahijado”, en uno de los baños de las instalaciones se quito la vida. Una tragedia, ni quien lo dude, pero esto habla de la calidad humana de don Leopoldo, de lo que se hacia quererse y de que, como siempre le he dicho, era un tipazo fuera de serie, un guerrero de los ruedos, un excelente amigo y un cariñoso padre... Nos Vemos.  


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