28 mayo 2009

Picasso y los toros, unidos por el arte



Jueves, 28 de Mayo del 2009 | Guadalajara, Jalisco


Por: Fernando Barrera

La tauromaquia es arte por el simple hecho de ser inspiradora y creadora de otras manifestaciones artísticas. Ejemplos puede haber muchos, quizá hasta manidos, como el poema de García Lorca "A las cinco de la tarde", escrito con dolor ante la pérdida del torero amigo, Ignacio Sánchez Mejías, íntimo amigo del genio de Granada. O más allá de las fronteras del idioma castellano, con "Muerte en la tarde", de Ernest Hemingway.

La música, escultura y pintura, también han sido campos fértiles para la creación artística en torno a la tauromaquia.

Es quizá Pablo Ruiz Picasso uno de los grandes creadores de arte, estrechamente ligados a mundo del toreo, amén de ser uno de los artistas más representativos del extinto Siglo XX y que además de ser un referente de las corrientes artísticas, también fue un creador imaginativo del toreo.

La obra de Picasso es prolífica; aguafuertes, bodegones, cerámicas, dibujos, grabados, lienzos y hasta esculturas tienen como protagonista algún aspecto de la tauromaquia. Y no es casualidad. Picasso, desde su infancia, ya realizaba dibujos de corridas de toros, que según se dice, eran dedicados a su madre.

Uno de los trabajos más conocidos del artista malagueño es El Guernica, símbolo de la brutalidad de la Guerra Civil Española (1936-1939) y que viene a ser el pináculo de una serie de obras iniciadas en los años 20 y 30, que tienen como principio la mitología e historia antigua, relacionados con la intimidad del pensamiento picassiano.

Justamente a finales de la Guerra Civil, coincidente con la muerte de su madre, Picasso realiza una serie de bodegones con la presencia del toro, como “Cráneo de toro, fruta y jarrón”, en el cual, la cabeza del cornúpeta simboliza la guerra que se cernió sobre España o “Naturaleza muerta con cráneo de toro”, donde muestra una expresiva reacción tras el fallecimiento del escultor y amigo Julio González en 1942.

En ese año del 42 realiza una de sus piezas escultóricas, que rompe esquemas en la obra de Picasso, al ser un estilo distinto a lo acostumbrado en su colección, “Cabeza de toro”, creada con hierro, en los pitones y cuero, en el testuz, símbolos de dos fuerzas opuestas; la flexibilidad del cuero, junto a la rigidez del metal, al igual que la esencia del toreo.

En 1935 Picasso conoció, en el Museo del Prado de Madrid, la Tauromaquia de Goya, por la que se dejaría seducir hasta copiarle un dibujo, “toro corneando a un torero”, lo que fue el inicio de Minotauromaquia y que culmina con el célebre “El Guernica”.

Además, realizó una serie de litografías entre diciembre de 1945 y enero de 1946, en la que representa al toro, esencialmente, como figura dentro del estilo denominado primitivismo ibérico, que puede semejarse a las pinturas rupestres de Altamira y la tendencia mitológica que acompañó su obra durante varios periodos.

La pasión de Picasso por los toros y el mundo que de ellos emana, dieron como resultado la amistad, casi filial, con un torero de la posguerra, que marcó una época sobre todo por su personalidad fuera del ruedo, Luis Miguel González “Dominguín”.

Esa amistad, iniciada por los años 50 llega a trascender al grado que editaron al alimón el libro “Toros y Toreros”, una serie de cuentos de Dominguín, ilustrado por Picasso y con comentarios de George Boudaille. Es en esta obra donde radica la parte más significativa de la tauromaquia vista por Picasso.

Se cuenta que Miguel Bosé, hijo de Dominguín, cuando tenía 6 años, llegó una tarde contando que su padre le había cortado cuatro orejas a un toro. Picasso le respondió que aquello era imposible. Con aplastante lógica Bosé adujo que si las mujeres que pintaba tenían cuatro ojos Picasso, los toros que mataba su padre bien podrían tener cuatro orejas. De ahí nació "Taureau aux quatre oreilles", fechado en el año 1962.

En ese mismo año, el pintor incluso proyectó la construcción de una plaza de toros en Málaga con todo el estilo picassiano, sin embargo, nunca pudo ejecutarlo.

Pero esa relación de Picasso y los toros continuó de diversas maneras. En 1951, Picasso contribuye incluso al establecimiento de una temporada taurina en la provincia francesa de Vallauris, organizadas por el torero madrileño Paco Muñoz. Picasso el diseñó el cartel.

Pablo Picasso, aún en el exilio, no dejó de asistir a una corrida de toros. Eran parte de su vida.

En una de esas corridas, un picador le brindó el puyazo que iba a realizar y le lanzó su castoreño. Picasso se lo devolvió con un dibujo que había improvisado durante la lidia.

Años más tarde, se volvieron a encontrar y el picador le relató que gracias a la venta del sombrero había podido comprarse una casa.

La aportación de Pablo Picasso a la tauromaquia trascendió más allá de la pintura y escultura. Llegó, incluso, al diseño de vestidos de luces para su íntimo amigo Luis Miguel Dominguín.

Picasso diseñó un vestido de torear liviano, de poco peso, con aires goyescos y que por completo cambió el recamado bordado de los ternos al cambiar las flores, grecas, corazones o jarrones, por sencillos rosetones aislados por el frente de la chaquetilla y las franjas de la taleguilla. Vestidos similares utilizaron Curro Romero o Jesús Solórzano, en México, pero que no llegaron a ser del completo agrado del resto de los toreros.

Como antecedente, las corridas goyescas, tienen reminiscencias de la ropa utilizada entre los años 1780 a 1820, por lo que todos los participantes en esas corridas se visten a la usanza goyesca, constituyendo así un homenaje al pintor aragonés. Dentro de la Feria de Pedro Romero, en Ronda, se celebra la tradicional Corrida Goyesca en la Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Ronda, fecha clave para la torería mundial.

Pero así como se recuerda a Goya, la tauromaquia por iniciativa del Consejo de Turismo y Deporte del Ayuntamiento de Málaga, el 11 de septiembre del año pasado, se realizó la primera Corrida Picassiana, en la que participaron Manuel Díaz “El Cordobés”, Francisco Rivera Ordóñez y el francés Sebastián Castella.

La corrida tuvo como elementos evocativos jarrones mezclados con banderillas y pinceles, paletas y capotes picassianos pitados sobre la arena de La Malagueta y los toreros salieron con ternos hechos para la ocasión.

A diferencia de El Cordobés y Rivera Ordóñez, quienes vistieron trajes más goyescos que picasianos, Castella supo encontrar el equilibrio perfecto en un terno inspirado en el “Arlequín” y el capote de paseo de las “Damas de Avignon”.

El diseño y confección corrió a cargo de Antonio López, hermano y continuador de la célebre sastrería de toreros "Fermín", donde mezcló elementos tradicionales del terno con pintura en lugar de hilos y canutillos, creando así un nuevo estilo en la ropa de torear.

Así, aún después de 36 años de su desaparición, Pablo Ruiz Picasso sigue relacionado al mágico mundo de los toros.

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