Durante su reaparición | -
- Sábado, 05 de Septiembre del 2009
. - Por: Juan Antonio de Labra
- Foto: Sergio Hidalgo
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- La reaparición de la legendaria ganadería de Piedras Negras en la capital era motivo de expectación, pues hacía alrededor de 14 años que el famoso hierro tlaxcalteca no lidiaba sus toros en la Ciudad de México. De tal suerte que el atractivo era, precisamente, este hecho que iba acompañado de otra reaparición en Arroyo, la de Luis Conrado.
Al final del festejo fue el único capaz de cortar una oreja, que cambió por tres fuertes volteretas, tras una actuación en la que volvió a entusiasmar con un arrojo temerario que, por momentos, estuvo acompañado de cierta torpeza.
Dicen en la escuela que "la letra con sangre entra", y esta frase podría aplicarse a la enseñanza del toreo: Los golpes, las volteretas y los porrazos agudizan los sentidos de los toreros… pero en su fase inicial.
No es el caso de Conrado, que ha toreado mucho, alrededor de 45 de novilladas, hecho que supondría a estas alturas un aprendizaje más esmerado de la técnica, y un conocimiento más amplio del oficio.
Porque es verdad que sorteó el único novillo verdaderamente potable del encierro piedranegrino, el tercero, que embistió con transmisión y tenía la virtud de emplearse en la tela cuando el torero se colocaba en la distancia.
El quitazo por saltilleras hizo concebir mayores esperanzas, pues Luis vendió cara la suerte y se quedó más quieto que un poste, con mucha exposición, para ejecutar varios lances que hubieran emocionado al maestro Armilla. Este fue el momento estelar de una actuación plagada de desigualdades, no admisibles en un torero que ya tiene amplio rodaje en plazas de relevancia.
El valor, el arrojo y la entrega a veces no son suficientes para ser torero. Es fundamental desarrollar la capacidad de entendimiento de las reses, y avanzar en la consolidación de una técnica –y el consiguiente oficio– que permita desentrañar el comportamiento de ese ser tan enigmático y maravilloso como es el toro de lidia.
Luis ya no puede seguir de volteretón en volteretón, porque eso, a la larga, mengua el valor. Hasta del más pintado. Y cortó la oreja porque se fue derecho tras de la espada, y colocó una estocada en lo alto.
De los otros tres toreros del cartel (Miguel Alejandro, Juan Pablo Miramontes y José Mari Macías) se puede afirmar que están perdidos en el espacio, y no es precisamente el título de una película de ficción, o una alusión del astronauta de origen mexicano que está en órbita por estos días.
A Miguel Alejandro hay que exigirle como líder del escalafón mexicano de novilleros. Al leonés no se le notan las 18 novilladas que tiene en el cuerpo durante este 2009.
Del hijo del banderillero Pablo Miramontes se puede apuntar cierto carácter para sobreponerse a la adversidad, y nada más, y del debutante José Mari, al que vimos superiormente aquí mismo en un festejo de niños toreros hace año y medio, que lo adelantaron y no era el momento de venir a Arroyo, y mucho menos, con un encierro que desarrollo sentido y un buen puñado de complicaciones.
En fin, que para resolver problemas de cálculo integral es preciso dominar las matemáticas, y los cuatro toreros de hoy apenas y saben hacer sumas y restas de dos dígitos. El camino todavía es muy largo.
- Ficha
- Sábado 5 de septiembre de 2009. Séptima novillada de la temporada. Tres cuartos de entrada. 4 Novillos de Piedras Negras, parejos de hechuras y peso, descastados en general, salvo el 3o. que tuvo transmisión. Pesos: 406, 378, 392 y 388 kilos. Miguel Alejandro (verde y oro): Ovación. Juan Pablo Miramontes (tabaco y oro): Silencio. Luis Conrado (fucsia y azabache): Oreja. José Mari Macías (grana y azabache): Silencio. Destacaron en banderillas Christian Sánchez, Gustavo Campos y Diego Martínez, que saludaron.
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