22 enero 2010

MÁS QUE UN PAR DE BANDERILLAS.






  • Carlos Alberto ESPINAL  



¡Por fin regresó la esencia de la fiesta¡ la torería macha y lidiadora, la sensación permanente de peligro por los bravos; la vida en juego, la filigrana en los tres tercios, la variedad de lances, la sensibilidad en el tendido, la plata en los de luces, el valor sereno, la sapiencia desde el biombo y por si fuera poco LA ESPECTACULARIDAD.
El episodio 11 de la temporada grande nos dejó a los taurinos y a los “ocasionales”, más que un par de banderillas, como se ha cansado la crítica de magnificar y hacernos creer que eso fue lo único que sucedió en la tarde; llámenlo como quieran: “Monumental”, “Imposible”, “Posible”, “Del Zapata”, pero no se desvíen de la esencia de quien tuvo los arrestos para crearlo, para ejecutarlo en los medios, sin ventajas, ante los ojos de los presentes y los millones que brincaron frente al televisor, para de pie y a un solo coro, exclamábamos una de las ovaciones más sinceras que he presenciado, mientras su autor recorría vaciado el redondel, con la satisfacción del deber cumplido a flor de piel.
El Zapata, cual su homólogo revolucionario nunca ha traicionado sus principios e ideales, con contratos o sin ellos en provincia, con campañas mediáticas en medios o sin ellas, inclusive, con triunfos en plazas de primera y rotundos como los últimos en la Monumental de insurgentes, que parecen no han sido suficiente para confirmarlo, lo cual no le ha impedido crecer y hacer vibrar a las concurrencias con su particular forma de expresar el toreo a la mexicana; solo basta recordar la manera de lidiar con el capote a su primero, a quien de inicio le pegó el muletazo “Del campanario” al hilo de tablas, el cual no llego a hacer el “Imposible” debido a que no giró, o verle terminar castigando las malas ideas de su enemigo con doblones por la cara de pitón a pitón como se hacía en antaño. La antología llegó en su segundo, cuando se prodigó con un puñado de largas cambiadas de hinojos casi a toro parado al filo de la cornada, dándole paso sumamente adolorido y casi sin poder caminar por un rayón en la espinilla, a uno de los pasajes más sublimes de la historia del coso, haciendo posible lo imposible, al citar en los medios y colocar en la boca de riego un par de calafia espectacular y en todo lo alto, previo giro de trescientos sesenta grados perdiéndole la cara al animal, con quiebro corporal, digno del Ballet Kirov, hoy ya comparado con el llamado “par de pamplona”; lo demás, fue lo de menos: par de bellas caleserinas, un trasteo de muleta mandón y lleno de valentía a cien por hora como le demandaba el astado, aunque sin perder la rítmica y armonía de la templanza, el cual coronó con el estoconazo de la temporada, valedor de una oreja digna de catedral del toreo.
Los Sanmarqueños también hicieron su parte: con bravura seca, músculos y cabeza, mal genio, peligro y patas; nunca se amafiaron a esos derechazos y naturales tan socorridos, pero que embargan de monotonía la atmósfera, ni permitieron pestañeos, requiriendo de las facultades más solventes en sus terrenos, haciendo emerger la torería macha de cuando la fiesta lo era en verdad, esa evocadora de aquellas faenas endulzadas por las míticas voces de Pedro Vargas o Agustín Lara, celosamente guardadas en exquisitas filmotecas como las de Elesban Solano en Orizaba o la de la Universidad Nacional. Atención señores empresarios… aquí hay un torero de la castañeta a las zapatillas.
*Escucha estas y otras notas
todos los sábados a las 4 de la tarde en www.radioemedia.com dentro
del programa “CASTA BRAVA” Comentarios: cagba@hotmail.com   

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