09 noviembre 2009

Spínola reafirma su condición de triunfador


Domingo, 08 de Noviembre del 2009 | México, D.F.

  • Por: Juan Antonio de Labra 



Foto: Sergio Hidalgo




Fermín Spínola se había ganado un puesto en esta corrida a fuerza de carácter, el que le ha servido para aumentar su cartel en los últimos meses, ya que fue uno de los triunfadores del ciclo anterior, y hoy demostró que lo suyo no es obra de la casualidad sino de un disciplinado esfuerzo.

En tardes como esta, de tanta responsabilidad, Fermín sacó la casta con hombría, y cabe destacar la mentalización con la que afrontó un compromiso donde aparecía como un convidado de piedra en medio de la despedida de Manolo Arruza y la reaparición de Enrique Ponce, el consentido.

Pero el torero de Atizapán no se anduvo con rodeos y ofreció una entrega absoluta que fue el pedestal sobre el que fue edificó una importante actuación.

Es verdad que la fortuna le puso en las manos el lote más potable del encierro de San José, con un gran toro como fue el sexto, y otro más, el tercero, que mantuvo un buen nivel de calidad en sus embestidas.

En ambos casos toreó sabrosamente con el capote durante su intervención en quites: el primero por fregolinas; el segundo, por chicuelinas antiguas. Y así, poco a poco, terminó convenciendo a los miles de espectadores que estaban en el tendido.

La faena a su primer toro, que no tuvo tanto fuelle como el segundo, contó con pasajes de temple y largueza, sobre todo cuando toreó en redondo, echándole tipo y acompañando con la cintura. La virtud fue la ligazón de los pases, más aún cuando finalizó su labor cerca de tablas.

Quizá la falta de mayor transmisión del toro en esta parte de la faena, fue el motivo por el que a la faena le haya faltado un clímax más fervoroso. No obstante, mató de una excelente estocada y le concedieron dos orejas, una de las cuales le fue protestada por un sector del público.

Al sexto también lo banderilleó haciendo alarde de facultades y poder, adornando los pares con vistosos galleos, así que la gente, que estaba metida en la corrida, disfrutó mucho la faena y, desde luego, la transmisión del toro de San José, que acudió a los cites sin pensárselo nunca.

Los naturales de trazo largo y cintura rota fueron el momento más significativo de un trasteo que tuvo una pequeña mácula, el pinchazo en todo lo alto –se precipitó Fermín a la hora de perfilarse– que antecedió a una estocada rotunda, de una impecable ejecución.

Feliz de la vida recorrió el redondel con la tercera oreja que se adjudicaba en una tarde donde pudo confirmar la regularidad triunfadora que venía arrastrando desde la temporada pasada.

Enrique Ponce mostró esta tarde la otra faceta de su toreo, fundamentada en la raza y el pundonor que le hicieron solventar con asombrosa compostura las embestidas de tres toros que no ofrecieron posibilidades de lucimiento.

El valenciano se esforzó mucho y hasta estuvo a punto de que el primer toro de su lote le levantara los pies del suelo.

Ávido de volver a sentir a este público que le alienta sin reserva, regaló un sobrero que fue devuelto ante las protestas de la gente, y en su lugar salió otro toro de la misma ganadería que llegó a la muleta sin ritmo, rebrincado, y quedándose corto.

Pero Enrique, que no escatima nunca, le dio pases de mucho mérito en una faena de larga duración que no pudo rematar con la espada.

Para el recuerdo quedará el majestuoso recorte que le dibujó al segundo ejemplar de la corrida para colocarlo al caballo, pues desmayó ambos brazos con majeza después de cambiarse el capote de mano.

Manolo Arruza se despidió de la profesión con la dignidad de un profesional del toreo. Sobrio, clásico y elegante, regaló al público un soberbio tercio de banderillas en el toro que abrió plaza.

Más tarde realizó una faena inteligente, medida, aprovechando la condición de nobleza de otro de los toros buenos del encierro, al que cuajó muletazos con empaque.

Y por si fuera poco, hasta toreó por la cara, y de pitón a pitón, una nostálgica reminiscencia de la estirpe de su casa, que con tanto orgullo ha representado a lo largo de 36 años como matador de toros.

Se perfiló para matar con su característico estilo, y colocó una estocada de lujo, digno colofón a una primera intervención con sustancia.

El cuarto fue un ejemplar deslucido con el que consiguió dar algunos pases sentidos, a media altura, acompañando con el pecho cada una de las embestidas.

Salió a cortarle la coleta su pequeño hijo, que seguramente recordará esta tarde como algo inolvidable. Y no es para menos, porque un torero es una cosa muy seria. Aún más en un escenario como La México, que vibró en esta corrida inaugural que hizo albergar nuevas emociones de cara a los domingos venideros.

Ficha

Primera corrida de la Temporada Grande 2009-2010. Dos tercios de entrada (unas 25 mil personas) en tarde agradable. 7 toros de San José, bajos de agujas, ligeros de carnes, de juego desigual, de los que destacaron 3o. y 6o, éste último premiado con arrastre lento. Pesos: 453, 513, 495, 488, 482, 515 y 465 kilos. Manolo Arruza (verde esperanza y oro): Oreja y dos vuelta al ruedo. Enrique Ponce (grana y oro): Oreja, palmas y ovación en uno de regalo. Fermín Spínola (azul celeste y oro): Dos orejas con protestas y oreja. Al finalizar el paseíllo le entregaron un reconocimiento a Arruza.


MundotoroMéxico






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